Postura y ATM
16 Octubre 2016
Durante mis años de ejercicio profesional he atendido innumerables pacientes que sufren de un trastorno conocido como síndrome de la ATM, o síndrome de la articulación temporomandibular (esta es la articulación que permite que la mandibula se mueva, permitiendo los movimientos de apertura y cierre de la boca), asociado en muchas ocasiones con un hábito denominado Bruxismo (acción de apretar fuertemente los dientes o de “rechinarlos”).
El maxilar inferior se articula con el superior según el engranaje de los dientes. Es la posición impuesta por dicho engranaje dentario el que ajusta no solo la posición del maxilar inferior, sino también la de la articulación temporomandibular, la de las vertebras cervicales, la de la columna vertebral en general y hasta el apoyo de la planta de los pies. Cuando un paciente tiene una malposición dentaria, o maloclusión, es decir dientes que engranan de forma no armónica y desequilibrada, se desencadenan una serie de compensaciones que involucran grupos musculares de forma paulatina y que pueden cambiar radicalmente la postura original de una persona.
La mayoría de nuestros pacientes se han hecho extracciones dentarias sin pensar que con el transcurrir del tiempo éstas puedan traer consecuencias. Cuando se extrae un diente, el que estaba detrás de este se va rodando con el tiempo hacia adelante y el que estaba delante del que se extrajo, se va rodando poco a poco hacia atrás. Además, el diente antagonista, es decir el que chocaba contra el que se extrajo, va bajando si es superior, o va subiendo si es inferior, tratando de “chocar” con algún otro diente. Así, se origina lo que llamamos un desequilibrio oclusal, es decir, una situación en la cual todos los dientes se van desplazando gradualmente como una adaptación al cambio originado por la extracción.
Mientras que los dientes se van desplazando, los músculos de la cabeza y los de la parte superior de la espalda se ven implicados inicialmente en un cambio que busca mover el maxilar inferior a una posición en la cual engrane “lo mejor posible” con el maxilar superior, ya que a medida que los dientes se van desplazando, van apareciendo contactos nuevos entre los dientes superiores e inferiores. La información de los contactos nuevos es recogida por unos receptores especiales que están alrededor de cada diente, la envían al sistema nervioso central y en respuesta este último ordena a los músculos que hagan los cambios concernientes a evitar los contactos de reciente aparición.
Los choques que surgen al morder son percibidos por el organismo como traumáticos, y se denominan “contactos prematuros”, nuestro cuerpo buscará siempre una mejor posición a partir de cambios en la tonicidad muscular, esta es la respuesta de adaptación. Por ejemplo, relajará quizás más un músculo del lado derecho y su homólogo del lado izquierdo se contraerá para que la mandíbula al contactar con el maxilar superior no choque sobre la punta del diente que contactaba de forma inadecuada. Esta es la razón también por la cual muchos pacientes sometidos a tratamiento ortodóntico presentan constantes dolores de cabeza, y/o cuello y espalda, ya que deben estar constantemente haciendo compensaciones y adaptaciones.
Es también común en mi consulta los pacientes que refieren la aparición de espacios entre los dientes, observar molares más abajo (si es un diente superior) o más arriba (si es inferior), dientes que se apiñan cada vez más (es decir, se van juntando), etc. Es la evidencia de que se está sucediendo en su boca un desequilibrio oclusal y puede concatenarse a una serie de compensaciones por parte de grupos musculares cada vez más grandes si el problema no es atacado a tiempo y se convierte en un trastorno crónico.
El desequilibrio oclusal aparte de generar todos los cambios aquí descritos de forma sucinta y sencilla, también trae consecuencias locales. El hueso y la encía que rodea a un diente (periodonto) que no contacta bien con su antagonista nunca podrá estar completamente sano, ya que la absorción de fuerzas por parte del diente y su posterior transmisión al hueso que lo rodea inducirá a procesos de remodelado y pérdida (reabsorción) de dicho hueso, lo cual se traduce en movilidad y la posterior perdida de la pieza dentaria.
En el campo de la odontología el odontólogo siempre ha visto de forma muy pasiva la aparición del síndrome de la articulación temporomandibular, y se limitaba a instalar un dispositivo que se interponía entre los maxilares conocido como “férula”. Actualmente planteo la incorporación al tratamiento odontológico de la Osteopatía para la oferta de un tratamiento novedoso que restablezca la situación de normalidad en un organismo que ha sufrido múltiples compensaciones, y donde resulta ilógico la desconexión del engranaje dentario del resto de la postura del organismo, conceptos manejados en el área de la Osteopatía desde finales del siglo XIX, por la Kinesiología y de forma más reciente compartidos por una nueva rama de la Odontología denominada Posturo-Odontología.
Joanna Evans. Odontólogo