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Los probióticos detienen el crecimiento del cáncer hepático y disminuyen su volumen.

29 Febrero 2016

El cáncer de hígado es el sexto tipo de tumor más frecuente en todo el mundo y el segundo asociado con una mayor mortalidad. Un tipo de cáncer del que, solo en nuestro país, se diagnostican cada año en torno a 5.530 nuevos casos, muy especialmente en varones –la incidencia en varones prácticamente duplica a la de las mujeres– y personas mayores de 50 años. Y un tipo de tumor en el que destaca, sobre todo, el carcinoma hepatocelular, que representa en torno al 90% del total de casos de cáncer de hígado.

La elevada mortalidad asociada al cáncer de hígado se explica fundamentalmente por el retraso en su diagnóstico. Y es que dado que los pacientes no presentan ningún síntoma específico en las fases iniciales, la gran mayoría de casos se detectan cuando el tumor ya ha alcanzado una fase avanzada, momento en el que los tratamientos disponibles no resultan efectivos. Sin embargo, y según muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Hong Kong (China), la toma de probióticos –esto es, de alimentos que contienen microorganismos vivos con actividad intestinal– no sólo frena el crecimiento del tumor, sino que disminuye significativamente su volumen.

Como explica Jun Li, director de esta investigación publicada en la revista «Proceedings of the National Academy of Sciences», «numerosos estudios han demostrado el beneficio de los probióticos a la hora de reducir la inflamación gastrointestinal y de prevenir el cáncer colorrectal. Sin embargo, todavía no se habían evaluado ni sus efectos inmunomoduladores ni su mecanismo en la supresión de los tumores extraintestinales. Así, creemos que nuestro estudio demuestra el extraordinario potencial de los probióticos en el tratamiento del cáncer extraintestinal, caso del hepatocarcinoma hepático».

Probióticos antitumorales

El estudio fue diseñado para evaluar el efecto de un nuevo cóctel de probióticos denominado ‘Prohep’ sobre el hepatocarcinoma celular en un modelo animal –ratones–. Para ello, los investigadores alimentaron a los animales con los probióticos desde la semana previa o desde el momento de la inoculación del tumor.

Los resultados mostraron que, frente a aquellos que no recibieron el ‘Prohep’,los ratones alimentados con los probióticos experimentaron una reducción de hasta un 40% del volumen y el peso de sus tumores hepáticos tras 35 días de tratamiento. Un beneficio, además, que se produjo de forma más precoz en aquellos animales alimentados desde la semana anterior a la inoculación del cáncer.

Como indica Jun Li, «los resultados muestran que el efecto beneficioso de los probióticos está estrechamente relacionado con la abundancia de bacterias que producen metabolitos antiinflamatorios. Concretamente, la reducción tumoral estuvo asociada con un incremento de la cantidad de bacterias de los géneros ‘Prevotella’ y ‘Oscillibacter’, responsables de la secreción de metabolitos que contrarrestan los efectos pro-inflamatorios de las células del sistema inmune, en la flora intestinal».

 

Ahogar al tumor

 

Entonces, este beneficio de los probióticos, ¿cómo se explica? Pues básicamente porque los probióticos modulan la composición de la flora intestinal, lo que a su vez conlleva una alteración de la diferenciación de los linfocitos T colaboradores, células del sistema inmune que juegan un papel muy activo en el crecimiento del tumor.

 

Concretamente, linfocitos T colaboradores Th17 secretan citoquinas que promueven la angiogénesis, esto es, la formación de los vasos sanguíneos que necesita el tumor para conseguir los nutrientes necesarios para su crecimiento. Y en este contexto, los probióticos, en primer lugar, reducen la migración de linfocitos Th17 desde el intestino y los vasos sanguíneos periféricos al tumor.

 

Asimismo, y en segundo lugar, los probióticos también promueven el crecimiento en la flora intestinal de bacterias que, como las pertenecientes a los géneros ‘Prevotella’ y ‘Oscillibacter’, secretan metabolitos que anulan los efectos de las citoquinas, por lo que el tumor no puede recibir más nutrientes, deja de crecer y acaba, aun parcialmente, consumiéndose.

 

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